ANP PROVINCIAL DE HUAURA

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CARTA ÉTICA PROFESIONAL

domingo, 25 de enero de 2015

Uchuraccay

Uchuraccay


Raúl Wiener Periodista, Analista Político y Económico peruano.
Fue periodista en el desaparecido diario “El Observador” (1981-1984),
jefe de la página económica, jefe de redacción y subdirector.
Dirigió la revista “Amauta” (1988-1992)y participó en otros proyectos periodísticos.
Actualmente es Jefe de la Unidad de Investigación del diario “La Primera” desde 2007
y director del semanario Miércoles de Política, a partir de julio 2013.

El martes 25 de enero hablamos por última vez y yo le pregunté si ya tenían los pasajes 

comprados para regresar a Lima. Me había dicho que no habían tenido suerte en 

conseguir algo nuevo y que el poquísimo dinero que llevaban se estaba acabando.


Pero esa tarde la conversación fue muy diferente. Hablaba entusiasmado con lo que iba a hacer pero que no me podía detallar telefónicamente, y ya no le importaba hacerlo con los bolsillos vacíos.
Jorge Luis Mendívil era un periodista inquieto, con ansias de descubrir algo por sí mismo, no como esos “investigadores” actuales, que se conforman con resumir un parte policial o declaraciones de “colaboradores eficaces” ante los fiscales, entregadas por los propios organismos estatales.
Mendívil y sus compañeros desconfiaban de la versión del Ejército y apenas Luis Morales les entregó algunas pistas de lo que estaba pasando en las alturas de Iquicha, no dudaron en armar una expedición para comprobar la otra cara de la guerra interna.
Willy Retto era el fotógrafo, le llevaba varios años de experiencia al joven reportero y tenía ya una pequeña leyenda en torno suyo, por la forma cómo cubrió un intento de asesinato en el Penal de El Sexto, contra el ministro de Justicia, por parte de un interno con un cuchillo.
A Willy no le fallaba el pulso y el sentido de la foto, como a Jorge Luis lo movía su inquietud por destapar los secretos militares de la época. Los dos eran el equipo de El Observador que habíamos trasladado a Ayacucho reconociendo que este departamento se había convertido en el centro de una guerra que el resto del país aún no comprendía.
De los otros, conocía a De la Pinella, alto, con risa de niño y marcado por las inquietudes del Diario Marka, vocero de la izquierda. Y solo tenía referencias respecto a los otros. No tengo idea de cómo lograron hacer una comunidad entre todos ellos, siendo de medios competitivos y bajo las sombras de una situación que se iba deteriorando cada día.
Pero los mártires de Uchuraccay son, 32 años después de la tragedia, como si fueran uno solo. Ocho hombres de tres medios diferentes fusionados por el poder de imantación que genera la posibilidad de una buena noticia.
Al final la noticia fueron ellos mismos, asesinados, con una brutalidad incomprensible, por comuneros cargados de miedo a los que alentaron a eliminar a todos los que no fueran militares.
La comisión Vargas Llosa que funcionó después de la tragedia concluyó que todo fue un gran equívoco cultural, que llevó a confundir cámaras con armas y periodistas con terrucos. Meses después, desde el más allá, Willy Reto aclararía que no hubo confusión, sino una condena de muerte aplicada rigurosamente.
Que después, los uchuracaínos fueran diezmados por militares y senderistas es un dato histórico irrebatible, que no cambia el hecho de que esta historia de sangre tenía una finalidad nunca negada: sacar la prensa del campo. Como que lo lograron.

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